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El despertar de Eva... La culpa femenina: ¿Nos sentimos mal por elegirnos a nosotras mismas?

8 de marzo. Día Internacional de la Mujer.

El 8 de marzo, Día Internacional de la Mujer, es una fecha de reflexión y lucha por la igualdad. Sin embargo, hay algo que sigue marcando nuestras vidas: la culpa femenina. Una culpa que a menudo sentimos cuando elegimos anteponer nuestras necesidades, deseos y sueños por encima de las expectativas sociales, familiares y laborales que parecen definirse desde un lugar ajeno a nosotras.

¿Por qué nos sentimos mal por priorizarnos? Desde pequeñas, nos enseñan a ser siempre las cuidadoras, las que están disponibles para los demás, las que deben poner las necesidades de los otros por encima de las propias. A menudo se nos dice que ser generosas, comprensivas y sacrificadas nos hace más dignas de amor y respeto. Pero, ¿qué pasa cuando decidimos elegirnos? 

Un ejemplo es que, si un día, siendo madres y trabajadoras y un largo etc., lo llevamos todo para adelante, decidimos tomarnos un día para nosotras, escapar de la rutina diaria, sucede que, en lugar de sentirnos aliviadas, sentimos culpabilidad. ¿Por qué? Porque en nuestra mente resuena la voz de la sociedad que nos recuerda que una buena madre nunca debe alejarse de sus hijos. A pesar de necesitar ese respiro para recargar energías, parece que la culpa nos consume y nos hace dudar de nuestra propia valía. Es un ciclo que se repite: cada vez que nos elegimos, llega la impostora que nos hace sentir egoístas, como si estuviéramos fallando en todo y a todos. Pero no tiene por qué ser así, por eso debemos cuestionarnos y cuidarnos y amarnos mucho cada día y sobre todo, cuidar nuestra salud emocional y mental. Por eso, queda con tus amigas un día cualquiera sin celebración calendarizada y celebra la vida, tomate ese respiro, baila, dedícate un día a no hacer nada, a leer, a quedarte en pijama todo el día, a recargar las pilar, pero hazlo sin culpas y sin remordimientos.

Porque esta culpa, a veces invisible pero poderosa, se entrelaza con el mensaje de que nuestra valía está condicionada a nuestra capacidad de sacrificio. Pero, ¿y si elegirnos a nosotras mismas no es un acto de egoísmo, sino de amor propio? ¿Y si, en lugar de sentir culpa, celebramos nuestras decisiones?

A lo largo de la historia, muchas mujeres han logrado romper con esa culpa y, a pesar de ella, se han atrevido a seguir sus sueños. Por ejemplo; Marie Curie, quien, a pesar de ser madre y enfrentar la presión de la sociedad de su tiempo, siguió su pasión por la ciencia, siendo la primera mujer en ganar el Premio Nobel y el único ser humano en ganar dos Premios Nobel en diferentes campos. O Frida Kahlo, que, a pesar de su dolor físico y emocional, y de la expectativa social sobre su rol como esposa y mujer, se sumergió en su arte y rompió barreras culturales, dejando un legado que aún inspira hoy en día. Estas mujeres no solo desafiaron las normas de su tiempo, sino que demostraron que el verdadero poder reside en la capacidad de elegirnos, incluso cuando la culpa se interponga.

El problema de la culpa femenina no solo radica en cómo nos percibimos nosotras mismas, sino también en cómo somos percibidas por los demás. Cuando decidimos tomar tiempo para nosotras, para desconectarnos de las demandas externas y centrarnos en nuestra salud emocional y mental, a menudo somos juzgadas. Se nos dice que somos egoístas, que estamos siendo innecesarias, que no estamos cumpliendo con el papel que se espera de nosotras como madres, hijas, trabajadoras. Pero, ¿quién ha dicho que cumplir con estos roles significa que somos egoístas?

En este mes de marzo, que conmemoramos en el Día Internacional de la Mujer, hago un llamado a la reflexión. 

Eliminar la culpa no significa renunciar a la generosidad o a la empatía, sino entender que nuestro bienestar también importa. Elegirnos no es un acto en contra de los demás, es un acto de cuidado hacia nosotras mismas y por ende, de amor propio. Porque solo cuando nos elegimos, podemos dar lo mejor de nosotras.

Estaremos un paso más cerca de la verdadera liberación, de esa libertad que nos permite ser dueñas de nuestras decisiones, de nuestras vidas, sin miedo ni culpas. Elegirnos, es, en realidad, un acto revolucionario de amor, respeto y poder. Celebremos nuestra libertad de decidir, de ser, de cuidar y de elegir sin sentir que algo está mal. Si logramos entender que elegirnos es un acto de valentía y revolución, estaremos más cerca de la verdadera igualdad. Elegirnos, incluso cuando nos sentimos culpables, es lo que nos llevará a vivir auténticamente, sin miedo.

 

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