Nos educaron para ser “buenas niñas”. Para agradar, complacer, no levantar la voz, evitar el conflicto. Nos premiaban por ser tranquilas, obedientes, calladitas. Así, sin darnos cuenta, muchas mujeres fuimos moldeando una personalidad centrada más en lo que los demás esperaban de nosotras que en lo que realmente éramos.
Desde niñas, nos enseñaron que ser "buenas" era sinónimo de ser valiosas. Que nuestro amor debía medirse por nuestra capacidad de sacrificio, nuestra virtud por nuestra sumisión, y nuestra fuerza por nuestro silencio. Pero ¿qué pasa cuando descubres que todo esto fue un engaño?
Pero llega un momento en la vida —a veces tras una ruptura, una maternidad, una enfermedad, una pérdida o simplemente el cansancio acumulado— en que ese molde comienza a romperse. Y duele. Porque te das cuenta de que ser “buena” te ha costado demasiado. En esta segunda parte del DESPERTAR DE EVA, te invito a identificar los tres venenos más comunes que arrastramos desde esa identidad y, sobre todo, la gran verdad que nadie nos enseñó.
La Obediencia como Virtud
Te dijeron que ser "buena" significaba seguir las reglas sin cuestionar. Que tu valor dependía de cuán bien cumplías expectativas ajenas.
- La mentira: "Si eres complaciente, serás amada".
- La verdad: La obediencia sin discernimiento no es virtud, es autoanulación. Las mujeres que cambiaron el mundo no lo hicieron por seguir órdenes, sino por atreverse a desobedecer.
"Tu voz no es un error. Tu rebeldía no es un defecto. Es tu naturaleza buscando expresarse."
El veneno de la auto traición
¿Alguna vez has dicho “sí” queriendo decir “no”? ¿Te has puesto en último lugar por no molestar o por mantener la paz? Cada vez que lo haces, te estás traicionando a ti misma. Y lo peor es que, con los años, ni siquiera lo notas: se vuelve automático.
Nos volvimos expertas en tragarnos nuestras emociones. En dejar pasar. En justificar lo injustificable. Pero cuando callas lo que sientes, acumulas resentimiento. Y con el tiempo, eso se convierte en ansiedad, en insomnio, en desgano. No es flojera. Es el alma cansada de no ser escuchada por ti.
Y, sobre esa culpa crónica que cargamos… no es casual. Es una herencia emocional. Nos educaron para poner a todos antes que a nosotras. Para servir, para cuidar, para dar. Y cuando decides cuidarte a ti, aunque sea un poco, esa estructura se tambalea. La culpa es el látigo emocional de la mujer “buena”.
- El veneno del miedo a destacar
Te preparaste, te esforzaste, tienes talento. Pero cuando llega la oportunidad de mostrarte, algo dentro de ti se frena. ¿Y si me critican? ¿Y si fracaso? ¿Y si molesto?
Muchas veces no tememos al fracaso, sino al éxito. Porque destacar implica ser vista, y ser vista implica riesgo. Y ahí está el eco de la infancia: “No seas presumida”, “no te creas mucho”, “sé humilde”.
Entonces te haces pequeña, te autosaboteas, te escondes detrás del perfeccionismo o del “no estoy lista”. Pero en el fondo, sabes que podrías más… si tan solo te dieras permiso.
La gran verdad que nadie te enseñó
No viniste a este mundo a ser “buena” según los estándares de nadie. Viniste a ser tú. Completa, auténtica, cambiante, intensa si lo eres, sensible si lo sientes.
El mundo no necesita más mujeres buenas que se apagan para agradar. Necesita mujeres libres, conscientes, valientes. Mujeres que se escuchen a sí mismas. Que se reconcilien con su voz, con su cuerpo, con su verdad.
Y eso comienza con una decisión: dejar de traicionarte y empezar a elegirte. Cada día, un poquito más.
Una mujer que ha dejado atrás el mito de la "buena mujer":
- Habla sin disculparse (sabe que su voz merece ser escuchada).
- Elige relaciones recíprocas (ya no rescata a quienes no quieren salvarse).
- Honra su fatiga (no glorifica el "cansancio de heroína").
- Siente culpa... y actúa igual (la culpa ya no es su brújula).
La paradoja es que; cuando dejas de ser "buena" según ellos, por fin puedes ser buena contigo misma.
Y te preguntarás ¿Y ahora qué?
Pues mira, tal vez hoy no puedas deshacer años de educación y condicionamiento. Pero sí puedes comenzar por reconocer. Por darte cuenta. Por decirte la verdad. ¿Te imaginas cómo sería tu vida si dejaras de cargar con estos venenos? ¿Cómo sería si te dieras el permiso de brillar, sin culpas?
Hoy quiero compartirte esta carta que he hecho y que sigo, es mi matra personal y me encantaría que pueda ayudarte. Es la carta para la mujer que despierta…
"Querida tú:
No necesitas ser pequeña para ser amada.
No eres demasiado, estás en un mundo que aún aprende a sostener tu grandeza.
Tu placer no es pecado, es tu derecho.
Tu ira no es peligro, es tu verdad.
Ya no tienes que pedir permiso para existir.
Aquí y ahora,
puedes soltar el peso de ser 'buena'...
y descubrir la libertad de ser real".
Si algo de lo que te he contado hoy, te movió por dentro, aunque sea un poco, compártelo con una mujer que necesite escuchar esto. Porque las revoluciones empiezan en voz baja... pero se expanden como un rugido.
Este artículo fue escrito por una mujer que ya no pide perdón por existir.
Gracias por estar aquí. Gracias por despertar conmigo.
Hasta la próxima entrega de El Despertar de Eva.
Post data: te invito a descubrir el proceso del despertar que ha tenido Sofía en mi novela “El pecado que me envuelve” ya disponible aquí: https://conmdemujer.es/producto/el-pecado-que-me-envuelve/
Abrazos del alma,
María Piña