Libérate de la culpa y aprende a poner límites
Por: María Piña Calderón
Decir "no" es un acto de autonomía y empoderamiento. Sin embargo, muchas mujeres hemos crecido con la creencia de que debemos ser complacientes, evitando conflictos y priorizando las necesidades ajenas sobre las propias. Pero, ¿a qué precio?
El temor para decepcionar, ser juzgadas o parecer "egoístas" nos lleva a aceptar compromisos no deseados, tolerar situaciones incómodas y cargar con responsabilidades ajenas. Es momento de romper con este patrón y aprender a decir "no" con seguridad y sin culpa porque a veces, sin darnos cuenta, hemos cedido tanto que nos hemos perdido.
Decir "sí" a todo puede provocar agotamiento físico y emocional, nos llena de frustración y resentimiento, sentimos que nos falta identidad y confianza y nos aboca a relaciones desequilibradas donde los demás se aprovechan de nuestra disponibilidad.
Es fundamental comprender que decir NO no nos hace malas personas. Al contrario, fortalece nuestra autoestima y favorece relaciones más sanas y equilibradas.
Desde la infancia, se nos enseña que ser "buenas niñas" significa obedecer y agradar. En muchas familias, la voz de una mujer que se atreve a decir "no" ha sido vista como un desafío, un acto de rebeldía innecesaria. Frases como "calladita te ves más bonita", "las mujeres deben ser serviciales" o "es tu deber como esposa y madre" han moldeado nuestra manera de relacionarnos con los demás y con nosotras mismas.
Y así, llevamos esta carga a la adultez. Nos cuesta establecer límites por miedo al rechazo o a generar conflictos. En el trabajo, asumimos más tareas de las que podemos manejar para demostrar nuestra valía. En la familia, decimos "sí" por inercia, aunque sepamos que nos estamos sobrecargando. En las amistades, nos involucramos en situaciones que no nos hacen bien por temor a perder vínculos. En la pareja, toleramos actitudes dañinas y en el fondo bajo mi punto de vista, todo tiene un denominador común: ¿qué van a pensar de mí? Porque claro, esa no es la respuesta que se espera y entonces, de repente, ya no encajas en el perfil.
No necesitamos justificarnos en exceso ni dar explicaciones prolongadas. Un "no" claro es suficiente. Y cuando lo hacemos, abrimos espacio para lo que realmente queremos: más tiempo, más energía, más tranquilidad.
Claro, habrá personas que no reaccionarán bien. Aquellos que se han acostumbrado a que estamos siempre y pase lo que pase, y pueden sentirse incómodos con este cambio. Pero eso no es nuestro problema. Aprender a decir "no" es también aceptar que no podemos agradar a todo el mundo y como decimos en Panamá: no somos monedita de oro para que todos nos quieran.
Aprender a decir no, es romper un patrón ya establecido en nuestro cerebro, es romper esa cadena invisible que hemos validado toda nuestra vida como lo correcto e incuestionable. Pero cuando te priorizas, cuando das el paso, primero, te sientes mal y te autosaboteas, pero conforme va pasando el tiempo y lo vas asumiendo, te das cuenta de que las personas que te valoran, quieren y respetan aplauden tu decisión y entonces, normalizas la situación, la vas interiorizando y te sientes bien, te pones en primer lugar y no es egoísmo, es amor propio.
Yo estoy en ese momento y no ha sido fácil, pero te prometo que me siento mejor siendo fiel a mis principios y sincera conmigo y con los demás. ¿Qué se han ido quedando personas en el camino? Por supuesto que sí, pero es parte del proceso.
Ya sabes mi querida Eva, decir "no" no es rechazar, es elegir. Es respetar tu tiempo, tus deseos y tu paz mental. No naciste para complacer a todos, naciste para vivir en armonía contigo misma.