En la sociedad actual, la mujer se ha convertido en una experta malabarista de responsabilidades. Trabajo, familia, vida personal y social, autocuidado… la lista parece interminable. Si bien hemos avanzado en derechos y oportunidades, la carga mental y emocional sigue recayendo, en gran medida, sobre nosotras.
Un estudio del Instituto Europeo de Igualdad de Género reveló que el 80% de las mujeres se sienten responsables de la organización del hogar y la planificación familiar, incluso cuando trabajan a tiempo completo. Este peso invisible no solo afecta su salud mental, sino que limita su capacidad de crecimiento personal y profesional.
La raíz de esta sobrecarga es compleja y multifactorial. Históricamente, los roles de género han impuesto la idea de que la mujer debe ser la principal cuidadora del hogar y de los hijos. Aunque los tiempos han cambiado, muchas aún sienten la presión social de "hacerlo todo" y demuestran que pueden con todo.
Además, la era digital ha intensificado esta sensación de agotamiento. La hiperconectividad nos hace estar disponibles 24 horas 7, para responder mensajes, atender correos y gestionar crisis laborales o familiares en cualquier momento. Así, la desconexión real se vuelve un lujo difícil de alcanzar.
El estrés crónico generado por la sobrecarga de tareas no es un problema menor. Médicos y psicólogos advierten que puede derivar en ansiedad, depresión, insomnio e incluso enfermedades cardiovasculares.
Y eso sin contar a aquellas mujeres que, además de su rutina diaria, cuidan de un hijo con necesidades especiales, atienden a padres mayores, gestionan terapias psicológicas o médicas para su familia y equilibran múltiples responsabilidades sin tregua. Algunas, en un intento por aliviar la sobrecarga, se ven obligadas a darse de baja laboral, lo que en muchos casos no solo afecta su estabilidad económica, sino que también incrementa su estrés y sensación de culpa, sumando más peso a una carga ya insostenible. A largo plazo, esta sobrecarga impacta en la autoestima y en la capacidad de disfrutar la vida. Porque, sentirse en una carrera sin fin puede hacer que se pierda la alegría en el día a día, afectando incluso las relaciones personales.
¿Cómo encontrar el equilibrio?
A pesar de este panorama, existen maneras de aligerar la carga sin sentir culpa ni renunciar a lo que es importante. Expertos sugieren algunos pasos claves para lograrlo como romper con el mito de la “súper mujer” ya que debemos aceptar que no podemos ni debemos hacerlo todo, es un paso vital hacia ese ansiado equilibrio. Aprender a delegar sin sentir culpa de una buena vez, porque delegar no significa ser menos capaz. Implicar a la pareja, hijos o compañeros de trabajo en las tareas diarias genera un ambiente más justo y sostenible en términos generales. Cuando aprendemos a decir que no, aprendemos a priorizar nuestra salud y bienestar personal y no es egoísmo, es amor propio y para algunas, modo supervivencia.
Crear momentos de autocuidado real no se trata de un lujo, sino de una necesidad. Reservar espacios para el descanso y actividades placenteras es clave para una mente más sana. Tenemos que encontrar la forma de tener un descanso porque eso nos digital ayuda a reducir el estrés. Unas horas sin pantallas al día pueden hacer una gran diferencia en la claridad mental y el bienestar general.
Y, por supuesto hace falta un cambio de perspectiva
La clave no está en hacer menos, sino en hacer lo realmente importante con mayor conciencia y menos presión. Las mujeres no deben cargar con el peso de la perfección. Por el contrario, deben permitirse ser humanas, con días buenos y malos, con aciertos y errores, aceptando los defectos y virtudes y aprender amarse por encima de todo.
La búsqueda del equilibrio es un camino personal, pero también una transformación social. Solo cuando entendamos que la carga mental debe compartirse equitativamente, lograremos que el bienestar deje de ser un privilegio y se convierta en un derecho para todos.