Un viaje a mis orígenes. Un viaje a Irán. Reza Emilio Juma (1/2)

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WIMG 7989El literato, profesor y conferenciante nos desarrolla en dos entregas al vuelta a los orígenes de su familia.

El verano pasado tuve la fortuna de conocer la extraordinaria cultura de los arios, los persas y ahora iraníes. Persia o Irán (tierra de los arios) es de las cunas de la civilización. Cuando el mundo estaba dominado por bárbaros y nómadas en esta región se emplazaron las grandes civilizaciones de Mesopotamia y existían ciudades como Babilonia y Persépolis en donde surgieron reyes afamados como Darío, Ciro y Xerxes. Persia rivalizaba con la grandeza de Grecia en una época anterior al Antiguo Testamento, el cristianismo o Roma, cuando el concepto de Europa ni siquiera existía. Incluso, después de la conquista por los árabes y su inminente conversión al islam en los siglos VII y VIII, fue pionero en ciencias, artes y cultura que adornaba de sustancia y sentido a la expansión islámica por el mundo mediterráneo. Todo lo que contribuían los árabes, desde su arquitectura y poesía hasta sus conocimientos agrarios y gustos culinarios lo aprendieron de los persas. El mundo islámico y los árabes jamás fueron conscientes de la quintaesencia de la cultura persa en la formación de una identidad propia que tiene sus ecos hoy en día. Poetas como Ferdousí, Rumi y Hafez y las mezquitas de ciudades como Isfahán, Shiraz, Yazd o Tabriz son ejemplos de la sofisticada belleza de los persas.
Sin embargo, Irán es uno de los países, si no, el país más demonizado por los medios occidentales en los últimos cuarenta años. Curioso, ya que Irán es un país pacífico y en 300 años no ha invadido ningún país porque el pueblo iraní cree en la paz. Además, según el islam, está prohibido invadir otro país a menos que sea en defensa propia, una ley sagrada en Irán. De hecho, ha sido todo lo contrario y en los últimos siglos Irán ha sido atacado o invadido por griegos, macedonios, romanos, árabes, turcos, mongoles, rusos e ingleses y desde los tiempos de Alejandro Magno Irán ha adoptado una postura de defensa que sigue hasta hoy en día. Entonces, ¿a qué es debido se debe esta caza de brujas y percepción negativa y muy parcial de un país pacifista con una fervor creencia en la paz? Mi labor era averiguar la respuesta a esta complicada cuestión.
Debo reconocer que tenía motivos laborales junto con otros motivos personales cuando tomé la decisión de viajar a Irán. Estaba terminando mi cuarta novela, “Lágrimas de Arena”, una novela histórica que recorre España hasta la India a los largo de tres siglos, expresamente del XI al IV durante las espeluznantes cruzadas cuando en las que los ejércitos cristianos se enfrentaron a los musulmanes en Tierra Santa en unas guerras sin precedentes en toda la historia universal. Esta novela es la continuación de otra de mis obras, “El legado del príncipe de Cachemira” y, a diferencia de la primera, mi objetivo era claro; darle un enfoque más importante a Persia/Irán. Por lo cual, viajar a tal país era fundamental para la documentación de la historia pero sin miedos. wIMG 8137
Una cosa que aprendí y que mis profesores constantemente reiteraban mientras estudiaba mi licenciatura en Ciencias Políticas y Relaciones Internacionales en la Universidad de British Columbia, Canadá era “no creer en los grandes medios de comunicación que reciben subvenciones y financiación de gobiernos, partidos políticos y multinacionales quienes vociferan y influyen a las masas a través de estos medios quienes sirven como sus portavoces”, y segundo “no creer ni una pizca de lo que te diga el gringo”. Parece un tanto racista pero este discurso se repetía mucho en Canadá que siempre mantenía un cierto desdén hacia sus vecinos al sur. Y así descartaba las advertencias que plagaban las noticias.
El segundo motivo por querer ir a Irán era de una naturaleza personal. Desde que empecé a dedicarme a escribir hace cinco años y vivir expresamente de la venta de mis novelas visitando platós de televisión y hablando de mis trabajos en emisoras de radio y revistas con periodistas y editores decidí hacer un pacto a mi mismo; nunca hablar de mi vida personal y mucho menos mis orígenes. Sentía que tenía que enfocar las entrevistas en mi trabajo y mis libros no en mi vida personal y por naturaleza seguía fiel a esta política que de alguna forma fue estratégica. Reconozco que no profeso ninguna religión pero eso no quiere decir que no sintiera alguna fascinación con mi pasado. Igual que los latinoamericanos pueden profesar el cristianismo debido a las conversiones masivas perpetrados por conquistadores españoles, no pueden negar algún interés en su pasado pre-hispánico y herencia indígena, innegablemente el coro de su existencia. Y por eso estamos observando un resurgimiento de las antiguas costumbres, idiomas e incluso alimentación.
WIMG 8271A mí me ocurría algo similar. Nací en Canadá en una familia secular y laica pero sabíamos de orígenes lejanos que nos vinculaba a Irán, sobre todo por nuestra fisonomía. Nuestros antepasados practicaban una rama del chiismo y eran denominados como ismaelitas o mejor conocido como hashashin o “asesinos”. Sí, efectivamente, los mismos que hemos visto en el videojuego y posteriormente la película “Assassin´s Creed”. Prefiero no comentar sobre la ridícula representación hollywoodtesca de mis antepasados. Pero es verdad que esta gente tuvo sus orígenes en las fortalezas en las montañas de Siria e Irán, en particular en Alamut, para esconderse de la mayoría suní quienes los perseguían. Sin embargo, fueron los mongoles quienes acabaron con ellos casi por completo y los pocos que sobrevivieron tuvieron que emigrarse hacia el este donde crearon asentamientos principalmente en Tayikistán, Afganistán, Pakistán y Rajastán en la India, región de donde proceden los gitanos. Y entre ese mestizaje se encuentran nuestros orígenes, perdidos para siempre.