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Querida nostalgia: Forzado a viajar [2023] de Pablo Andrés Rial

Todos los días se parecen porque en ellos despierta y duerme el mismo cuerpo. Observa a través de la ventana el mismo paisaje y sus excepciones estacionales. El asfalto sigue gris, desde que lo colocaron recién, hace varias décadas. Todos los días se parecen en gran medida, excepto cuando una mirada, repentinamente gira su curso y encuentra algo más. Rompe las vías para descarrilar apenas su camino, porque hay días donde asalta la duda sobre si todo esto es lo único que hay por hacer, por sentir o, sobre todo, por vivir.

La poesía no tiene dueño ni límites. Nos permite tanto, aunque no se lo retribuyamos con la misma moneda, porque algunos la sostienen más como una falacia que un espejo, un retrato nítido de la realidad. A pesar de ello, nos deja subir a su lomo y llevarla galopando entre los caminos de siempre, hasta que esta misma, en el momento más inesperado, se detiene en seco. ¿Qué puede haber en el quedarse quieto? Aparte de una clara afrenta a la época actual, el mundo se abre de otra manera, al menos eso vislumbra Pablo Andrés Rial (1984, CABA, Argentina) en su más reciente libro Forzado a viajar (2023) editado por Paserios Ediciones, México.

                        Se me cayó

                        el frasco de mermelada

                        el de naranja

                        hubiera querido decir “lo siento”

                        pero simplemente pasó.

                        Lo levanté roto

                        y lo tiré a la basura

                        Fuimos a comprar otro

                        y pensé que a veces

                        el impacto te salva

                        de que herido

                      no te consuman.

(Rial, 2023, p. 15)

Últimamente, por más intención de hacer algún pendiente, siempre surge algo más que tensa los músculos del cuello. Se salta de un pendiente a otro, de un ruido a una imagen, de multitudes a un diálogo hasta que se vuelve urgente una vía de escape. Incluso en la hora más profunda del domingo, es extraña la ocasión de poder no hacer nada: estar en completa estática, solo prestando atención al paso de la vida. Siempre hay algo que hacer, sin embargo, tampoco es tan malo como parece.

Es un lindo día hoy

domingo

no extraño a nadie

no quiero a nadie

no tengo nada que hacer.

Es un lindo día hoy

domingo

que no siento

que no lloro

que no río

que no recuerdo.

Es un lindo día hoy

domingo

silencio

domingo eterno se va

y no me doy cuenta. (Ibid., p. 21)

Pablo nos propone una noción del contemplar como acto implícito. No tanto por romantizar el afán de la producción incesante, más bien el recorrer desde el otro lado del camino, donde la poesía, más que hacerla, es inesperada: fugaz: como la vida misma: “Me aterra morir como nací / a los gritos / y sin entender el mundo.” (Ibid., p. 17) Pablo frena en seco, pero no en modo de protesta o acto de desesperación, más bien, como atribuye el título del libro: una necesidad misma de salir del curso normal de las cosas, por la añoranza misma de percibirlas.

Soy ese gato

que se sube al árbol y no puede bajar.

Soy la señora

que llama a los bomberos para auxiliarlo.

Soy los bomberos

que llegan a rescatarlo.

Soy ese gato

que vuelve a subir. (Ibid., p. 34)

Justamente es en el poema “El ser humano / funciona al revés de las cosas / recién cuando se rompe / comienza a andar.” (Ibid., p. 28) donde queda patente cierta noción de que Pablo pareciera haber hecho una larga e intermitente carta que comienza en cada página con un: Querida nostalgia… que, al contrario de lamentarse por la pérdida de esos momentos tan efímeros, es el pie con el cual contagia una parte de las emociones sentidas: “Las personas muy felices / creo / no entendieron nada / o / lo entendieron todo.” (Ibid., p. 28) Recordándonos que el poeta, más que un confesor de sí mismo, es al mismo tiempo testigo y vidente del mundo a través de sí mismo: “La única manera / de sanar / las heridas / es estando vivo.” (Ibid., p. 39) Muy a la manera de Antonio Porchia y sus Voces, pero con un tanto más de horizontalidad, haciendo de los poemas de Pablo esa plaza donde jugar fútbol con amigos y extraños; ese mantel donde almorzar un verano en el parque; la taza caliente al ocaso. Un lugar donde sin problema cabemos y, sobre todo, a donde podemos volver siempre, las veces que sea necesario.

La necesidad de testificar mi existir

ya casi es nula.

Soy un nadie. Un alegre nadie

a quien todos olvidan.

Y eso me hace sentir bien.

Un tipo invisible

debajo del árbol

que sin dar signos

de existencia

se siente vivo. (Ibid., p. 52)

Si me preguntaran por qué me interesa la poesía, después de haber leído Forzado a viajar, retomaría este poema: “Amé a la poesía / desde antes / que me dijeran / su nombre.” (Ibid., p. 53) Porque al buen misterio, pocas razones. Quizás esa sea una de las razones para hacerse tiempo y adentrarse al género, donde empatar no sabe tan amargo.

Pierdo el tiempo para ganarme la vida

para después volver a perdérmela

queriendo recuperar al tiempo

en este negocio hay siempre alguien

que lleva la ventaja. (Ibid., p. 60)

Fuentes:

RIAL, Pablo Andrés (2023) Forzado a viajar. México: Paserios Ediciones.

Francisco Casado (1990, Ciudad de México). Arquitecto y escritor. Desde 2023 coordina Escrúpulos Editorial. Ha publicado Para mirar los pasos (2021), premio Don’t Read 2021; Flush (2023), Taller de imprenta Canciones Tristes. Books & Printing; Mira mamá sin WordArt (2023), Ediciones Awita de Chale; Antiguo Manifiesto para cisnes con miopía (2024), Periódico Poético y recientemente En alas de la voz (2025), Buenos Aires Poetry.

Francisco Casado